2008-11-11

Carta de un ex Cronista

El centenario de 'El Cronista Comercial'

El centenario de El Cronista Comercial lo encuentra en una etapa de pleno desarrollo y mejoramiento de su calidad. Según testimonios que he recogido en embajadas extranjeras, organizaciones internacionales y en diversas empresas, se trata de uno de los diarios más serios y confiables de la República Argentina.


Tuve la dicha de ingresar en El Cronista Comercial en junio de 1963, tras el cierre del vespertino Correo de la Tarde, en el cual había trabajado cuatro años, merced a una gestión del señor Repetti, que en aquella época era el jefe de circulación del diario. Los directores eran los señores Rafael Perrotta y Duillo Anzisi. Obviamente era otra época –han transcurrido más de 45 años—y era otro periodismo.




Siempre sostuve la idea de que el progreso del periodismo estaba estrechamente ligado al desarrollo de las comunicaciones. En aquella época virtualmente trabajábamos con la misma tecnología que existía a fines del siglo XIX. La telefonía internacional se desarrollaba a través de cables submarinos y la transmisión de noticias a través de teletipos se hacía por radio, lo cual las supeditaba a las condiciones atmosféricas, pues era muy común el “fading”, es decir la pérdida de una parte de la transmisión. La televisión (en blanco y negro) era todavía muy incipiente y sólo existían los canales abiertos, pues el cable vendría mucho después. Lo mismo ocurría con la radio, que tenía también problemas con las comunicaciones y la FM era algo desconocido. El Cronista no era ajeno a esta situación.


Cuando ingresé en el diario la redacción estaba en el segundo piso del edificio de Reconquista 379 y un par de años después pasó a su local propio, en la planta baja de Esmeralda 688, contiguo al ex Banco Municipal (hoy Banco Ciudad). A comienzos de los años 80 el diario se trasladó a un edificio mucho más amplio, de varios pisos, en Alsina 547. La composición e impresión se efectuaba en la imprenta de COGTAL, en Rivadavia casi esquina Esmeralda, donde trabajábamos con el sistema tipográfico o “en caliente”. Esa fue mi primera función como ayudante del secretario de redacción de cierre, que en aquella época era Oscar D’Apice, quien años después se convertiría en jefe de redacción. Simultáneamente, por la tarde me desempeñaba como jefe de noticias hasta que, poco después, me ascendieron a secretario de redacción. Hasta comienzos de los años 60 el diario tenía un competidor, que era El Avisador Mercantil, el cual fue posteriormente adquirido por El Cronista, unificándose los suscriptores.




Recuerdo algunas cosas que hoy día parecen de ciencia ficción. El diario se distribuía exclusivamente entre los suscriptores y llegaba puntualmente todos los días a través del Correo. Repetti y sus ayudantes, los hermanos Brusco, apenas finalizaba la rotativa colocaban las etiquetas con los nombres y dirección de los suscriptores y luego preparaban los paquetes. En el caso de la Capital Federal y el Gran Buenos Aires preparaban un paquete por cada sucursal, de modo tal que en horas de la madrugada se llevaba al Correo Central, donde los cargaban en los camiones que se encargaban de la distribución a las distintas sucursales. Debo decir que, desde el punto de vista económico-financiero, se trataba de un negocio excelente, particularmente en épocas de alta inflación, pues los suscriptores pagaban por año adelantado. Tanto El Cronista Comercial como El Avisador Mercantil eran fundamentales para todas las instituciones que operaban con créditos, pues los grandes diarios de circulación nacional aún no habían incorporado la sección de convocatorios y quiebras. En El Cronista esta tarea estaba a cargo de Francisco Diviesti y un grupo de colaboradores, quienes tenían un fichero con todos los movimientos que se registraban en esta actividad. Los bancos, las cooperativas de crédito y los estudios jurídicos dependían de nosotros para contar con una información confiable al respecto. Al mismo tiempo, el diario era casi el único en brindar información amplia sobre la bolsa, el mercado de cambios y los mercados internacionales, lo cual contribuyó a cimentar su prestigio.



Sin embargo, el gran cambio en el periodismo argentino se produjo a partir de 1969 como consecuencia de la inauguración de la estación terrena de Balcarce, la cual posibilitó las transmisiones vía satélite, aunque existía una disposición que impedía a particulares la instalación de antenas parabólicas. En esa época se preparaba el lanzamiento de La Opinión, de Jacobo Timerman, que provocaría una revolución en los medios argentinos, pues, al igual que Le Monde, de París, comenzó a publicar información junto con notas de interpretación análisis. Hasta ese momento, el periodismo argentino era casi exclusivamente informativo y los medios solamente expresaban sus opiniones a través de los editoriales. El público –por las deficiencias en las comunicaciones que mencionamos anteriormente—debía acudir casi exclusivamente a los diarios para enterarse de lo que ocurría en el país y en el mundo. A tal punto que cuando ocurría algo extraordinarios –una revolución, un terremoto, etc.—el diario La Prensa accionaba su sirena, que se escuchaba en toda la ciudad. Los cambios también llegaron a El Cronista. Para poder comentar los distintos avatares de la actividad nacional fueron contratados varios jóvenes brillantes. En primer término debo mencionar a quienes se ocupaban de analizar las finanzas, la economía y las empresas. Este grupo estaba integrado, entre otros, por Jorge Riaboi, Daniel Larriqueta, Juan Carlos Gaillard, Héctor ”Tito” Amadeo y un muchacho de apellido Armellín (un verdadero caballero). La actividad política estaba en las manos de Luis Garasino, un periodista sobresaliente que, además, era abogado y licenciado en ciencias políticas egresado del Instituto de Estudios Políticos de París, José “Pepe” Treviño, un veterano de varias redacciones; Miguel Pi De la Serra, el “Flaco” Ruggieri y muchos otros. Se creó la Sección Cultura y Espectáculos, a cargo de César Magrini, secundado por Carmen Rivarola. También se fueron incorporando en distintas secciones otros distinguidos colegas como Julio Scaramella, Roberto Fernández Taboada, Carlos Alemián, Carlos Abalo (reconocido economista), Mario Nacinovich, Martínez Sastre y muchos otros. Cecilio Balmaceda, quien era uno de los más antiguos del diario, tenía a su cargo la Sección Marítima. En la misma época ingresaron en el diario Roberto Guareschi, Fernando Mas, Ricardo Kirschbaum y muchos otros, cuyos nombres en estos momentos no me vienen a la mente. En la Casa de Gobierno lo teníamos acreditado a Santiago Pita Romero; en el Ministerio de Economía a Jorge Galarce y en la Secretaría de Comercio al “Tronco” Curiel. Eran épocas distintas. El diario se cerraba aproximadamente a las 21 y después funcionaba una redacción, a mi cargo, en el taller de COGTAL, en la cual incorporábamos las noticias de último momento, particularmente aquellas provistas por los periodistas acreditados.



Siempre digo que El Cronista Comercial fue una especie de Rey Midas, pues la mayoría de los que pasamos por su redacción hemos pasado a desempeñar funciones de mayor responsabilidad: Riaboi (quien fue subdirector de El Cronista) ingresó en el Servicio Exterior de la Nación como consejero comercial y creo que posteriormente fue ascendido a ministro; Larriqueta fue viceministro de Defensa durante la gestión del doctor Alfonsín y actualmente es un reconocido historiador; Amadeo se desempeñó luego como editor del Suplemento Económico de Clarín; Pita Romero fue gerente de comunicaciones de la petrolera Shell; Gaillard pasó a desempeñarse como ejecutivo del Grupo SOGMA; Garasino fue posteriormente columnista de Clarín; Guareschi fue secretario general de redacción de Clarín y Kirschbaum es actualmente el editor general de ese diario. En mi caso tampoco puedo quejarme, pues después de dejar El Cronista fui contratado como secretario de redacción, a cargo de la Sección Política, de Clarín y, con posterioridad, durante 30 años me desempeñé como asesor de prensa de la Embajada de Estados Unidos en Buenos Aires.


Deseo concluir diciendo que El Cronista de mis tiempos era un lugar de trabajo, de reunión y de intercambio de puntos de vistas de un grupo de damas y caballeros. He pasado allí momentos muy felices de mi vida.

Jaime López Recalde. Ex secretario de Redacción de El Cronista Comercial (1963-1975), ex secretario de Redacción de Clarín, ex asesor de Prensa de la Embajada de Estados Unidos.