2009-09-26

Qué tiempos aquellos!

A la derecha, Daniel Sticco en la redacción de El Cronista de
la década del ochenta y víctima de las bolas de papel. Haga
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Fue mi primera experiencia como periodista, dado que venía, sin dejarla, de una consultora: Tendencias Económicas, en la que ejercía la actividad de consultor de empresas y analista de la coyuntura, con claro énfasis en la economía real y, en menor medida, los mercados financieros. Mi ingreso a El Cronista Comercial en diciembre de 1984 surgió por la búsqueda de Juan Carlos de Pablo de un seguidor de la city financiera y que tuviera capacidad para interpretar las circulares y el balance del Banco Central. ¡Esa era mi tarea!. “Un par de horas, pibe, hacés mercados, esperás las circulares y te vas”, palabras más, palabras menos, me había dicho “el economista más grande de la Argentina”, no sé si apareció alguien más alto y con el peso de él.

Confieso que el shock inicial fue muy grande!, como bien recuerda el Negro Clauso, en esos tiempos más que una redacción era ir al “Club de los 80”. ¡¡Qué picadas!! y ¡¡cabeza a cabeza!! que se armaba cuando los jefes iban a otro piso, no recuerdo si era el tercero, porque de eso no me ocupaba, a la reunión de cierre. Nada que ver con el ambiente formal y la rutina de una consultora económica que era todo lo que llevaba en mis alforjas. Tan era así, que en mi metodicidad -siempre llegaba a las 18.30, aunque lloviera, con parte de la nota de mercados preparada en la consultora-, y previo paso los jueves por la casa de video para alquilar tres o cuatro películas hasta el domingo para mis tres hijos (nunca una porno, o de alto vuelo, todo para los “piojitos” me decía repetidamente Daniel Della Costa), que un día alguien se había quedado haciendo de campana en una de las ventanas que daban a la calle Alsina para dar la señal de mi llegada, calcular el cierre de la puerta del ascensor y, al abrir la puerta de la redacción disparar toda la munición de bolas de papel contra mi humanidad, como lo refleja con nitidez la foto que con celo guarda el Negro y del cual conservo también con gran cariño una copia.

Eran los tiempos en los que ya se trabajaba con unas máquinas que no disponían de autograbación y sólo se podía avisar a los correctores que tomaran la nota cuando estaba lista. El problema era que si caía un pelotazo sobre una de las teclas en el medio de la escritura ¡alpiste!, perdías todo. ¡Qué bronca! Pero era parte de la bohemia con la que se trabaja y por tanto no valía enojarse.

Ese clima distendido, tan contrario a la formalidad de la consultora, me fue atrapando y, como economista de profesión, rápidamente pasé de hacer los mercados financieros y Banco Central, a hacer entrevistas, escribir sobre comercio exterior, el PBI, la inflación, etc., etc. Rápidamente, mis dos horas iniciales se transformaron en la norma del periodista: saber cuándo se entra al laburo pero no cuando se va!

Y así fue como empecé a adquirir algunas habilidades de cronista. Pero seis meses habían sido muy pocos para que aprendiera a “vender” una noticia bomba, la cual advertí como tal “el día siguiente”, al ver una de las tapas que se transformaron en un hito para Ámbito: El plan Austral…
Ese día una fuente altamente confiable para mí del entonces Banco de Crédito Rural me llamó a la consultora y me dijo: “Pasá por la puerta del banco, a las seis, tengo algo muy fuerte, mañana va a ser la tapa del diario, te espero abajo”. Se trataba nada más y nada menos de ese plan con el que Alfonsín y Sourrouille intentaron quebrar la inercia de mega inflación, con la aplicación de una tabla de desagio, el cambio del signo monetario con la eliminación de ceros, etc., etc., etc. Claro, tan descabellada y hermética era la iniciativa que los jefes y De Pablo no se atrevieron a darle crédito, seguramente porque no había logrado el grado de detalle que después se vio tenía la competencia, y sólo atinaron a hacer una mención irónica en tapa y una nota secundaria en alguna de las páginas financieras.
No me digusté, ni bajé los brazos, seguí adelante, y cada vez dedicándole más horas a la redacción, sin abandonar la consultora, hasta que el 14 de octubre de 1987 dije: "¡Basta!" Ese día, el presidente del Banco Central, José Luis Machinea y uno de sus directores, Mario Vicens, no tuvieron mejor ocurrencia que anunciar a las diez de la noche que convocaban a una reunión de prensa a la medianoche con editores de finanzas y economía para explicar los lineamientos del Plan Primavera!, volvía a casa a las tres de la matina y al día siguiente me tenía que levantar a las 7 para llevar a los chicos al cole y seguir para la consultora… Entonces, reflexioné y me di cuenta que no sólo había dejado a mi señora colgada en el día de su cumpleaños por indescifrables circulares del Banco Central, sino también el crecimiento de mis hijos, simplemente por tener “capacidad de ahorro”.
Pero ya el “bicho del periodista” había prendido y fue así que en 1998 el Negro Clauso me llamó para cubrir la vacante que dejaba el otro Negro, Rosales, al frente de Economía del BAE. Desde entonces dejé la consultora y me aboqué a full a esta profesión, aunque siempre dominado por los números de la economía y las finanzas. Ahora estoy en el portal de Infobae y desde hace ocho años acompaño a otro ex Cronista, Claudio Chiaruttini, en 'Sin Saco y Sin Corbata', los domingos de 10 a 13, por Radio América.

Daniel Sticco
Como dice en su recuerdo, Daniel Sticco trabajó en El Cronista Comercial entre diciembre de 1984 hasta octubre de 1987. Actualmente escribe en Infobae y participa en el programa radial Sin Saco y Sin Corbata.


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