2009-09-08

Con corrección


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Despedida de Marianela Casanova, en la madrugada del viernes 21 de agosto de 2009, en el restaurant Plaza España, de la Avenida de Mayo.


En mis primeras líneas ya me llegan las voces, que dicen: “Atrapar al lector, ser conciso, no repetir innecesariamente palabras, no dar todo por sabido pero tampoco tratar de tonto al lector, no-cometer-errores-ortográficos”, porque soy correctora; porque de eso (entre otras cosas) se trataba el trabajo que hacía en la Redacción.

Pero aquí vamos, viendo qué recuerdos tengo para agregar a este gran blog.

La única pasión que sentía al salir del secundario era la mitología griega, pero qué hacer con eso… profesora no quería ser ni investigadora tampoco… Lo más relacionado que encontré en mi confusa mente adolescente con ese mundo de letras y la “rentabilidad” fue el periodismo, cuya carrera estudié durante un año en TEA y en la UBA al mismo tiempo (sí, compañeros, sépanlo), pero dejé porque no me gustaba para nada eso de andar pidiendo notas, molestando a la gente para que conteste cosas que no quiere contestar y escribir “bien” sobre algo que te parece “mal” (ok, también dejé porque me “bocharon” en una materia y me querían hacer cursar todas las materias aprobadas de nuevo, claro, con un bonito descuento). Así que me alejé de todo lo que tuviera que ver con periodistas.

Qué hacer. Para dónde ir. Vino una luz del más allá y dije: “No importa, yo quiero ser feliz, trabajaré de cualquier cosa menos de lo que me apasiona pero voy a estudiar lo que me hace feliz”. Pero seguía siendo chica, y no me animaba a Letras, necesita un objetivo más cercano. En El Salvador (Dios, ¿a alguien le importa mi vida estudiantil? es que es la intro para contar cómo llegué al diario! Escuchen! Yo me banqué cada nota de ustedes…!), no, perdón, digo “Universidad del Salvador” (debe ser un fallido por las ganas que tengo de viajar, y esto un desvarío porque cuando escribo me voy para los “fluires de conciencia” y mis letras forman una sopa mental)... había una carrera que tenía muchas materias de Letras y era de dos años (mentira, duraba tres, pero la “vendían” como de dos). Se llamaba Corrector Literario, y la idea me entusiasmó.

La terminé y seguí con Letras, la terminé y seguí con el Profesorado de Lengua y Literatura, lo terminé y un día recibí un llamado, por el cual conseguí mi primer trabajo como correctora. No lo podía creer, parecía ser que existía un mundo en el que los correctores no eran fantasmas, era real. Además, allí me empecé a formar como editora de contenidos. Pero un día me echaron, “reducción de presupuesto”. Listo, el sueño había acabado. Me quedé tirada en el sillón de un monoambiente cuyas paredes me aplastaban, pero pronto volvió la luz, y con ella truenos y relámpagos: el mundo editorial me abría sus puertas de par en par. Trabajaba part-time en una editorial de turismo y el resto en casa, de manera free-lance, principalmente para una Editorial de libros digitales, de donde me fueron mandando muchos y más “clientes”. Hice un posgrado de especialización en Gestión de la Producción editorial, finalmente había encontrado mi verdadera vocación. De vez en cuando iba a entrevistas a las que me convocaban, porque yo me presentaba para ver qué ofrecían, pero nada me convencía en términos profesionales y económicos. Hasta que un día (¿no lo dije varias veces así ya?), sonó el teléfono con la voz de Gustavo Aldana.

Yo no me había presentado, ni conocía mucho el diario. Pero fui. Y ese día fue especial. Entré y le cantaban el feliz cumpleaños a alguien (¿quién sería?, era diciembre de 2007), estaba lleno de monitores planos y televisores, todo parecía muy moderno, muy cómodo. Me contaron un poco de la historia actual del diario, cosa de accionistas y demás. El horario era difícil, pero el desafío me encantaba, me seducía. Una, dos, tres entrevistas… estaba todo listo para entrar… volví de vacaciones y finalmente entré.
Y bueno… sí, la verdad es que no es para cualquiera, sobre todo si sos mujer, no llegás a los 30 años de vida y te sentás al lado de los gráficos que hace 30 años que están allí sentados y apuestan a ver cuánto durás. Pero varios perdieron la apuesta, los mismos que terminaron preocupándose por mí siempre (y bromeando cada unas de mis noches allí, ¡por supuesto!).

Placer, adrenalina, acción, risas, carcajadas, alboroto, discursos en TV con “dilate”, discusiones, voces que apuran, olor a cigarrillo, café, preguntas, dudas, decisiones rápidas, páginas, manos manchadas de tinta, el grito al pedido de silencio de la traductoras, el partido de fútbol otra vez, la nota levantada, el tema de la página X repetido en la Z y menos mal que nos dimos cuenta, quejas por una prueba muy “manchada”, pedidos de auxilio y “vamos chicos, vamos”, con la voz de un hermoso Rubén desesperado por mandar la tapa a imprenta. Los últimos textos de la tapa (la única parte del diario junto con la contratapa que yo corregía completa) y los cada vez más rápidos latidos del corazón: “Esto lo leen mañana miles de personas, en todo el país, y en otros también”, me repito, y la jugada de correctora (léase “la culpa mañana sino”) “la tenés vos”. Y mi labor la juzgarán mis jefes y compañeros, pero creo que no lo hice mal.

Es mentira que todos los periodistas son arrogantes, yo conocí muchos humildes en El Cronista, sobre todo los más importantes. Es mentira que odian a los correctores, yo sé que me valoraron siempre y muchos me quieren. Es mentira que no quieren que les cambien una coma, yo les corregí muchas y me lo agradecieron. Es mentira que un diario puede ser publicado sin tener un corrector (humano); mis ex compañeros de El Cronista lo saben, lo dicen.

Es verdad que los periodistas trabajan desde que se levantan hasta que se acuestan. Es verdad que tienen un don, que es palabra. Es verdad que no tienen miedo.
También es verdad que voy a extrañar esa Redacción, que me hizo reflexionar sobre que uno debe hacer lo que realmente ama, más allá del esfuerzo, más allá de todo, porque es lo que nos hace sacar lo mejor de nosotros mismos y conseguir logros inesperados, como lo fue para mí haber sido correctora de uno de los diarios más importantes del país y compañera de verdaderos profesionales de la edición, como vos.

Marianela Casanova
Marianela Casanova fue correctora de El Cronista Comercial entre enero de 2008 y agosto de 2009

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