2009-05-21

De agradecimientos, primicias y recuerdos







Hugo Grimaldi en la redacción de Honduras, el 10 de septiembre de 1996. Foto tomada por Eduardo Núñez. Haga click en la imagen para ampliar

Primero, lo primero. Reconozco a Juan Carlos de Pablo como mi impulsor periodístico y gestor de mi ingreso en El Cronista Comercial y a Raúl Clauso, Néstor Scibona y Daniel della Costa como a mis orientadores en el periodismo económico. ¡Qué cuarteto de maestros, por favor!

Ahora, algunos recuerdos. En 1986, yo era operador financiero en un banco del que era cliente Juan Carlos quien, sabiendo que los fines de semana despuntaba el vicio del periodismo como colaborador de la Sección Deportes de "La Nación", un día me dijo si no me animaba a contar en el diario lo que sucedía en una jornada en la City, dólar versus pesos, etc. etc. y que eso era lo mismo que cronicar un partido de fútbol. Me la endulzó, porque ya se había ido del diario el responsable de Finanzas, Daniel Sticco y necesitaban tapar el bache. Pero me enganché de inmediato, porque alguna vez -antes de la era Eurnekian- había pasado por el edificio de la calle Alsina y había dejado mi curriculum. Ese diario que traía Edictos, Licitaciones, Manifiestos de Importación, Quiebras, Concursos y demás yerbas para mí era todo un misterio.

Llegué muy tímidamente a la Redacción del tercer piso una tarde a eso de las siete, después de salir del banco y Daniel me asignó una Olivetti, me explicó cómo colocar el papel pautado y me dijo "Pibe, escribite 40 líneas". Nunca lo conté ni se los dije, pero en esos días sentí que mi presencia por allí les había sacado a todos ellos un peso de encima, ya que los conformaba en una posición en la que era difícil conseguir gente. Había por entonces más miedo que ahora entre los periodistas para especializarse en Economía o Finanzas. En todo caso, mis ganas parece que suplían el esfuerzo de explicarme el ABC y me quedé 14 años y pico.

Unos días después de mi ingreso, Raúl me enseñó un método bien casero de anotaciones y flechitas para hacer el Panorama Económico y un tiempo después empecé a reemplazarlo esporádicamente en esa Columna Semanal. Como no podía hacerlo con mi nombre y apellido, por la incompatibilidad con el banco, comencé a firmar como Ariel Leira, un palíndromo que inventé, aunque luego comprobé que el tipo existía como identidad real. Cuando le puse la inicial de AL al final de una nota, en el Archivo se quejaron porque ya tenían una carpeta abierta a nombre de Alberto Lippi, el redactor acreditado en Economía. Entonces, le agregué mi propia inicial en el medio, para identificar mis trabajos: AHL.

No sé si fue el día del debut exactamente, cuando volqué hacia adelante la máquina que compartía con el Ruso Alejandro Matvejzuc en la pequeña y desvencijada mesita de metal donde estaba apoyada. La levanté, la apoyé sobre la parte de atrás y la Olivetti se deslizó para adelante, se estrelló contra el piso y se desmembró en ocho pedazos. El aplauso de la Redacción fue atronador, mientras los bollos de papeles y los avioncitos cruzaban por el aire y creo que me puse colorado hasta las orejas, con ganas de irlo a ver a Jorge Marinovic a Personal para firmar la renuncia.

Gracias a El Cronista Comercial conocí muchos lugares del mundo, en los Estados Unidos, Europa y Japón. Mi primer viaje fue a Holanda, a cubrir una Asamblea del BID, invitado por el organismo, a los pocos meses de haber ingresado y aún como colaborador. Scibona y Della Costa me habían dicho que siguiera a muerte al periodista de 'Ámbito' a todas partes y hasta llegué a copiarle de ojito algunas de sus crónicas. Pero me escribí todo, inclusive algunas cosas superfluas que luego me explicaron que no eran el eje de la cobertura y que por eso no las tomaban más que como apostillas. Por primera vez en mi vida usé un fax (1988), el modo en que yo mandaba todo aquel material a Carla Panicchi, la secretaria de De Pablo, desde Amsterdam, ya que las páginas se tipiaban todavía a máquina. ¿Qué debut! Bussiness de KLM, hotel paquete y hasta la posibilidad de visitar París, toda una aventura de lujo para un tipo que había nacido en Caballito y que apenas conocía Montevideo, Río y Disneyworld.

El último viaje que hice por el diario fue a Madrid, ya como subdirector, acompañando la visita de Estado que realizó el presidente de la Rúa, a fines de 2000. En esa ocasión se hizo el lanzamiento de una edición conjunta de El Cronista con Expansión, sobre la relación Argentina-España. Yo viajé un par de días antes y el suplemento se imprimió en Buenos Aires el día en que salía la comitiva oficial, así que el vocero presidencial de entonces (Ricardo Ostuni) llevó el paquete de diarios bien atadito en el Tango 01 y me lo entregó en el Hotel donde se hacía una reunión con empresarios. Apenas llegué a tiempo para colocarlo en una mesa en la puerta del Salón y cuando entraron los invitados, la pila había desaparecido. Las fotos muestran a todos los que estaban sentados ese día escuchando al Presidente con El Cronista Comercial en su falda o debajo del brazo, en el cinco estrellas más tradicional de Madrid.

Tengo también en el recuerdo tres primicias que hicieron mucho ruido aquí, fruto de tres coberturas en el exterior. Una, desde Washington, di la información que se había vendido el Banco Francés al BBVA, justo cuando comenzaba el proceso de trasnacionalización de la banca. Me lo contó bien tarde y a mí solo un alto funcionario del Banco Central, quien había sido notificado por el vendedor argentino y desde un teléfono público inmediatamente pedí pista. La Redacción se movió y en un rato armaron los antecedentes, la historia de la entidad y el perfil bancario de compradores y vendedores. Junto a mi crónica mandaron un titular cruzado en la tapa que salió más grande que el título principal. Un golazo.

La segunda se dio en Londres en 1998, después de un desayuno que parecía muy ligth y de protocolo con Eduardo Escasany, por entonces titular del Banco Galicia, quien se tiró muy directamente contra el Banco Provincia y Eduardo Duhalde. 'Ámbito' estaba en la mesa y no ponderó las declaraciones del mismo modo que lo hizo El Cronista, quien tituló con esa bomba. Es hoy todavía que dicen en el Provincia que no recuerdan tener en los archivos del banco tanto material de repercusiones de prensa, como el que originó esa entrevista durante varias semanas y que tienen varios cuerpos de carpetas para atestiguarlo.

La tercera la mandé desde Nueva Orleans, en abril de 2000, y sucedió en una Reunión del BID en la que Graciela Fernández Meijide me dijo en una entrevista que había que abandonar la convertibilidad. Cuando le pregunté a José Luis Machinea al respecto se puso rojo de furia y la historia del desencuentro estuvo en el tapete varios días. Los demás medios tuvieron las declaraciones del ministro, pero El Cronista las acompañó con el reportaje a Graciela. Ese fue el principio del fin de la Alianza.

Cuando me fui del diario, en febrero de 2001, lo hice con cierto sabor amargo, por dos cosas. Primero, porque no pude aguantarme ciertos malos modos de forma y de fondo que se habían instalado en el ambiente por esos días, que yo supuse injustos. Y, además, porque yo mismo me había encargado de convencer a muchos colegas de que los tiempos que venían eran profesionalmente mejores. En ese momento, fue un consejo honesto, pero la realidad me avasalló a mí mismo.

Estuve en Alsina y en Honduras casi todo el período de Eduardo Eurnekian, viví varias etapas en las que el diario se desperfiló y también tuve la suerte de haber contribuido al retorno a la senda de lo que mejor ha hecho en toda su historia, el tratamiento de la información económica. Si hoy me preguntan qué es lo que más extraño de El Cronista de entonces es la calidad humana de los integrantes del diario y sobre todo la hora de los cierres, con mi obsesión por presentar una tapa perfecta, sin errores ni duplicaciones de palabras, tarea que aguantaban a pie firme –no sin bromas en sordina- los muchachos y las chicas del taller, con Rubén Atippis a la cabeza y que ponía a prueba a diario, sobre todo, la paciencia de Alfredo Villa y de Miguel Montefusco.

Y no como postdata, quiero dejarle un gran saludo a las “huestes peronistas” que encabezaba en su marcha triunfal, a la hora de irse para su casa, el gran Cacho Falomir.

Hugo Grimaldi
Hugo Grimaldi ingresó a
El Cronista Comercial como colaborador en marzo de 1986; luego fue redactor, secretario de Economía y Subdirector, hasta febrero de 2001.

{Volver}

No hay comentarios: