2009-06-25

Chau Cascioli






La noticia llegó a la redacción vía Facebook, todo un signo de estos tiempos. Pero igual dudamos. Crucé una mirada con Gerardo Patiño, jefe de Arte del diario, y ambos compartimos la misma incredulidad. “¡Pero si Andrés Cascioli es inmortal!”, dijimos en voz alta, sin asumir siquiera la posibilidad de que estábamos frente a una noticia, no un rumor. Escépticos por naturaleza, nos rendimos cuando el título apareció en los portales de noticias de Internet.

Falleció en la madrugada. Un cáncer lo atrapó más rápido de lo que sus seres queridos y amigos lo esperaban. Pero lo sobrevive una obra que será difícil de olvidar. Andrés fue un artista que se animó a ser periodista y empresario. Aunque el universo que eligió recorrer con una destreza innata desde el primer minuto en el que alumbró su vocación fue el dibujo.

Si hay una razón por la que este recuerdo es algo más que un sentido adiós a un maestro del humor gráfico, es porque Andrés permitió que las páginas de El Cronista se distinguieran con su trazo inigualable. A fines de 2002, nuestro diario decidió retomar una senda en la que habían transitado ilustradores reconocidos como Kalondi y Raúl Perrone. Su nombre surgió como quien piensa en buscar un director de cine y arriesga un “¿Y si llamamos a Spielberg?”.

Convenimos una cita en la redacción. Aceptó entusiasmado la oportunidad de poder retratar para un diario el particular momento político que se alumbraba en la Argentina de esas horas, con Eduardo Duhalde como partero de la transición. Carlos Menem, Ricardo López Murphy y un creciente Néstor Kirchner encontraron un nuevo espejo, donde su reflejo era siempre el resultado de una caricatura inteligente y mordaz.

En esos primeros tiempos, ninguno de los muchísimos dibujantes a los que ayudó a crecer desde sus revistas (fundó junto a Oskar Blotta la legendaria Satiricón y le dio vida a una publicación que fueron una bisagra en su género como Humor, Fierro y El Periodista de Buenos Aires) dudaba de que Demo, la firma al pie con la que publicó en El Cronista, era la de Cascioli. A partir de 2006, sus trabajos engalanaban el clásico anuario “La Visión de los Líderes” (en esta página, el último que realizó, publicado en la edición de noviembre pasado). Todos los años me proponía escribir un texto que estuviera a la altura de su dibujo (la nota que describía nuestro ranking de los argentinos más influyentes) pero siempre sentí que me quedaba corto.

Su “arma” predilecta era una simple birome negra, con la que se regodeaba en los detalles más mínimos. Durante los años en los que colaboró con El Cronista, me reservé el placer de ser su interlocutor. Darle pie a su chispa incandescente, casi siempre intercalada por su risa generosa, era una experiencia a la que había que ponerle fin para que la pieza con los personajes del día siguiente no terminara en una galería completa de protagonistas en posiciones de alto voltaje político (o del otro). Era inevitable que en esos minutos no surgiera el recuerdo de algunas de sus obras más recordadas, de esas que yo admiraba como lector mucho antes que como periodista.

Por suerte Andrés era un hijo de la gráfica, lo que me permitirá revisar los ejemplares cada vez más amarillentos que conservo en mi biblioteca para sentir que no se fue. Que está encerrado entre sus páginas. Y que la serie de personajes que empezó a garabatear anoche va a ser inmortal. Como Cascioli.
Hernán De Goñi es subdirector de El Cronista Comercial. Escribió este artículo para la contratapa del diario correspondiente al 26 de junio de 2009 y nos autorizó a publicarla en este blog, cuyo nombre "Cronistax100", fue ideado por él.

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