2008-11-18

Familia de 'cronistas'



En una época había en mi casa una foto de mi viejo, Carlos, de cuando él trabajaba en El Cronista. Era una foto oscura, de papel muy brillante. Y en la casa de mi abuela había unas planchas de impresión cilíndricas, como de un cartón muy duro, entre blanco y grisáceo. Cada una era una página del diario. Debía ser lo que entintaban sobre las rotativas. Muchos domingos, después de almorzar en casa de mi abuela, en Versalles, casi sobre la General Paz, llevábamos a mi tía Alicia hasta la parada del subte con el que viajaba hasta la sede del diario de Alsina.


Mi viejo fue Secretario de Redacción, creo que no durante mucho tiempo. Si no me equivoco, entonces el director era uno de los Perrotta, no sé cuál. Era a fines de los ’60. No estoy seguro de si El Cronista salía todos los días o era un semanario, pero sí creo que se repartía por correo. La única anécdota que conservo es que mi viejo trabajaba con Tito Amadeo, que se divertía titulando por sorpresa algunas notas con frases de Lenin, lo que obligaba a mi viejo a intentar reconocer esas citas para cambiar los títulos, cosa que no salieran publicados como los mandaba Amadeo, y los levantaran en peso. Supongo que varias consignas revolucionarias habrán burlado la censura porque, según mi viejo, seguramente exagerando, alguna vez estuvieron a punto de echarlos por esos juegos.
De mi tía recuerdo varias de las anécdotas de la vida de la redacción que me contaba, pero no las voy a repetir para que no se enoje conmigo. La primera vez que quise entrar al diario ideamos con ella una carta/sobre/curriculum que, suponíamos, gracias a ese diseño, sólo podrían abrir las dadivosas manos de Eduardo Eurnekian. Suponíamos, por supuesto, que el hecho de que yo tuviese sangre armenia me ganaría la buena voluntad de Don Eduardo. No fue así.


La segunda vez que quise entrar al diario fue con los Recoletos. Me había quedado sin trabajo y se lo conté a mi amigo Federico Silvapintos. Fede habló con Hernán de Goñi y tuve una entrevista con Néstor Scibona. Después tuve otra entrevista con Scibona, a la que se sumó Mayte Alonso Ayuso. Mayte siempre me pareció la más “argentina” de “las españolas”. Scibona confió en mí y me dio todo su apoyo un par de veces que salieron a desmentirme unas de mis notas iniciales. Lo primero que cubrí fue al ministro López Murphy en la Bolsa de Comercio. Era la realidad contra la retórica. El aire se cortaba con un cuchillo. La primera persona con la que me relacioné en el diario fue con Adriana Lauro. Había leído una entrevista que le habían hecho en una revista, y tenía ganas de trabajar con ella. A Pablo Holmberg siempre le preguntaba por su abuelo, que fue un pionero genial de la ciencia y de la literatura en el país, y Pablo me mandaba por mail sus publicidades de humor absurdo. A Santiago Chelala le decíamos 'El Capitán Escarlata', por la silla con un respaldo enorme que se había conseguido.


De mi tía todos se acordaban de su trenza y de sus remeras con inscripciones sobre Armenia. De mi viejo no se acordaba nadie. Yo no me acuerdo cómo se llamaba el muchacho del bar de enfrente que llevaba los pedidos. ¿Agustín? En la oficina de Alejandro Di Giácomo vi derrumbarse las torres gemelas. Nunca en mi vida vi nada como lo que vi ese día. ¿Qué hay en la mente de un talibán? Después de cerrar mis notas me iba a charlar con los heavy metals de infografía: Junior, Fisicaro Pablo, Izus. Cuando de la Rúa se escapó en el helicóptero, ya estábamos en Paseo Colón. Qué verano.


Ezequiel Alemian
Ezequiel Alemian es periodista y escritor. Fue editor de la sección Finanzas de El Cronista Comercial entre 2001 y 2006.