2009-07-17

El club de los '80



Ha pasado el tiempo y es acaso momento de confesarlo. En los `80, El Cronista no era un diario…era un club. Tal era el clima de trabajo de entonces y así lo vivíamos. Aparecer cada día por la redacción de Alsina era todo un placer. Porque por entonces todavía subsistía una suerte de bohemia que empezaba a perderse en la profesión y que hacía que los periodistas hasta cierto punto se sintieran tipos especiales. Pero no hay que equivocarse: por aquellos años El Cronista se convirtió en uno de los medios más prestigiosos de la mano de Daniel Della Costa y Néstor Scibona, dos tipos magníficos sin afanes de jefes estrictos, que mostraron que con mano “blanda”, cuando se entiende el mensaje, se podía también hacer un buen diario.
Yo venía de varios años de Ambito Financiero –donde había iniciado mi carrera- bajo la batuta del “Pelado” Ramos. Los que hayan transitado ese camino me van a entender.

Las profesión me llevó luego por distintos medios, pero nunca volví a encontrar ni a formar parte, de un grupo tan sólido de amigos como los que forjé en El Cronista.

Es momento de repasar algunos nombres, aunque la memoria me lleve a olvidar injustamente a la mayoría. Además de Daniel y Néstor, convivimos en el club, en distintas etapas, mi gran amigo Marcelo Valsecchi, Andrés Sikirko, Osvaldo “el chino” Calello, Abelito Rodríguez, Juan Carlos de Pablo, Oscar “Cacho” Falomir (luego compañeros en Clarín), los Nucíforo padre e hijo y Charlie Russo –de diagramación-, Hugo Grimaldi, Daniel Sticco, con quien compartí años más tarde en la redacción de BAE, Angel Jozami, el ruso Mavechú y el inefable Villita, el secretario de cierre, con el que después de terminado el diario solíamos correr los escritorios y dejar en el medio de la redacción espacio para jugar “un cabeza”, tarea para la cual habíamos reservado un balón. Hubo muchos más, como el especialista en internacionales Jorge Castro, hoy hombre de consulta inevitable.

Para el record, ingresé a El Cronista tras ser despedido en mi segundo paso por Ámbito Financiero. Entré como simple redactor especializado en Finanzas y misteriosamente fui ascendido a jefe de sección en tan sólo una semana. Mucho más enigmático fue mi vertiginoso ascenso en solamente un mes a prosecretario de Redacción. Me había ganado definitivamente –creo- a Della y a Scibona que conducían el diario. A veces pensé que tenían demasiadas tareas sobre sí mismos y mi llegada –con alguna experiencia- les alivió el trabajo.

El primer viernes que trabajaba en la redacción observé que a eso de las siete de la tarde se iban los jefes. El diario quedaba a medio hacer y la edición del lunes se terminaba el domingo. Della pasó a mi lado y me dijo: quedás a cargo. Ese fue mi comienzo: arreglate como puedas. Y lo hice durante varios años.

Ese diario fue una gran escuela –como he visto que para muchos otros compañeros-, porque tuvo el beneficio además de que en los seis pisos de Alsina se reunía prácticamente la totalidad del proceso de “fabricación” de las ediciones.

Tuve la suerte de compartir mi trabajo con grandes periodistas, que hicieron que la profesión valiera la pena. Espero que también haya hecho yo mi aporte.
Eso en el plano profesional, porque en el personal hasta le debo a El Cronista haber conocido hace más de veinte años a mi esposa, Estela Coda, que en el quinto piso de Alsina se ocupaba de las Relaciones Públicas del grupo Eurnekian, junto a Jorge Martínez. Un recuerdo entonces también para Roxana Ford, la blonda recepcionista del diario que me la presentó.


Una muestra, una anécdota


Cuando el grupo Eurnekian arribó al diario, envió a un emisario a expresar su disgusto por las fotos de mujeres desnudas –como si fuera una gomería- que algunos colocaban en una cartelera al efecto (se vislumbra junto a la puerta en una de las fotos que envío). La orden fue terminante: "No queremos esas fotos en las paredes". El diagramador, Nuciforito, cumplió la orden al pie de la letra. Al día siguiente las fotos habían desaparecido. Las paredes estaban limpias, pero el techo repleto de nuevas y más llamativa fotos.

Raúl Clauso
Raúl Clauso trabajó en El Cronista Comercial entre 1983 y 1990, pero en dos etapas, porque, cuenta, en el medio se fue contratado como redactor especial en otro medio, del que "volvió con la cabeza gacha", "por el shock que le generó la diferencia en el régimen de trabajo". "Volví con la cabeza gacha y fui objeto de todo tipo de cargadas durante un tiempo -cuenta- porque los compañeros me habían hecho un cena de despedida".
Fue redactor, prosecretario y secretario de Redacción. Actualmente está radicado en Bariloche.


No hay comentarios: