2009-07-20

El caballero de la sonrisa



Pienso en Farina y lo escucho hablándome de usted, con una sonrisa. El “usted” era un código ya establecido entre él y sus colegas, probablemente el resto de una parodia de un programa de televisión -¿el Álvarez de Olmedo y Javier Portal?-, pero no dejaba de darle un aire caballeresco, de antihéroe irónico, de dandy descreído de sí mismo en las noches de Villa Crespo.


Farina era de esos periodistas de los que quedan pocos: culto, con una memoria prodigiosa y una capacidad envidiable para plantear temas cinematográficos con gancho periodístico. Era capaz de pensar y resolver recorridos por la historia del cine en una tarde. Amaba los géneros más populares, lo apasionaban desde las películas de Leonardo Favio al cine fantástico y sus variantes bizarras. Y también le interesaba la literatura y su relación con el cine, desde Borges (su interés por el cine, el interés del cine por él) hasta el largo reguero de sangre desde el Drácula de Bram Stoker hasta el primer Nosferatu para llegar al taquillero Crepúsculo.

“¿Qué quiere que le diga, Alejandra? Lo mío es la cultura”, me dijo el día que decidió aceptar la indemnización de los Recoletos antes que rendirse al yugo del management o los negocios.

Algunos años después nos encontramos a tomar un café en Palermo y a contarnos las vidas. Pero ahora, en el momento de recibir la noticia, hacía tiempo que no nos cruzábamos. Leía sus notas en Ñ y eso me hacía pensar que cualquier día nos íbamos a encontrar en la revista o en otra parte. Es raro y duro comprobar que eso ya no será posible. Podríamos haber ido a tomar la leche en lo del gallego de Honduras, como en los tiempos que estábamos en Espectáculos con Fernández Bitar a la cabeza. Lástima, amigo. Pero eso sí, lo recuerdo siempre con una sonrisa.


Qué lástima, podríamos habernos reído un poco más.

Alejandra Rodríguez Ballester trabajó en El Cronista Comercial desde 1987 hasta 2004

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