2008-11-24

Un gran orgullo



Mi primera nota para El Cronista fue sobre la decadencia de la confitería 'El Molino' y salió publicada en enero del 96. Todos los días paso por esa esquina de Rivadavia y Callao y ahora que está vallada recuerdo que me dejaron entrar hasta la cúpula, que hablé con los dueños y que los mozos me contaron anécdotas. Cuando la veo cerrada sé por qué me apasiona esta profesión. Nos da la posibilidad de ingresar a lugares insospechados, de conocer y transmitir historias, datos, pensamientos; de preguntar lo que otros se preguntarían.




La esencia de lo que quiero ser y lo que soy como periodista se la debo a El Cronista y a los grandes maestros, compañeros y amigos que tuve y tengo allí. Fundamentalmente a Alejandro Di Giacomo, que fue mi profesor en la escuela de periodismo de Morón donde empecé a estudiar. El me dio la oportunidad y me tuvo la confianza y la paciencia necesarias para que mis notas pudieran ser publicables. Luego a Daniel Aller con quien compartí la redacción de Interdiarios y también creyó que podría tener un espacio en la sección de información general que también integraban Aníbal Mendoza, Alejandra Rodríguez Ballester, Renata Rocco Cuzzi, José Totah, luego Marcela Falcitelli y Daniela Villaro, a quien conocí en el diario y que hoy es como una hermana para mí. Porque además, en el diario también encontré gente que es parte de mi vida tanto como mi familia. Será porque con ellos también viví cosas importantes: la caída de las torres gemelas, la huída de De la Rúa en helicóptero y hasta el campeonato de Racing de 2001 (salvando las comparaciones) las viví en El Cronista y sostengo que fue el lugar perfecto.




El segundo gran paso que dí dentro de El Cronista fue al reemplazar a Sisí Barro Gil (también amiga) cuando se fue de licencia por maternidad. Entonces conocí a Guillermo Ortiz y a mi querida María Oliva. Nuevamente me encontré dos grandes periodistas pero también excelentes maestros, de esos que, junto con algunos códigos de la profesión están en peligro de extinción por el tiempo atolondrado de las redacciones. Para mí fue invaluable poder fomar parte de una redacción muy plural y riquísima. Por gratitud a ellos y a la profesión me comprometí a tener una actitud abierta, amable y respetuosa ante cada currículum de pasante y estudiante recién recibido que pueda cruzarme.
En lo personal, la llegada de Recoletos me genera contradicciones. Por un lado, se fue mucha gente valiosa, cambió la forma de trabajar, la transición fue dura en lo personal y profesional para muchos. Pero por otro lado, abrió la posibilidad de crecimiento para otros que como en mi caso tuvimos la oportunidad de pasar a ser editores. Y además estrechó los vínculos entre los integrantes de la redacción.




Además de haber aprendido a ser periodista, le debo a El Cronista haber conocido grandes amigos y gente que admiro. Hace cinco años que me fui del diario pero siempre lo menciono, lo recuerdo, lo tengo presente y lo defiendo porque es mi gran orgullo como periodista. Conozco otras redacciones y el ambiente que hay allí no es habitual, es único. Es un gran valor que mantiene su gente y que hay que preservar. Al margen de los directores, los dueños y las líneas editoriales, el diario es de sus trabajadores y lectores y debe seguir siendo así.


Viviana Alvarez
Viviana Alvarez trabajó en El Cronista entre 1996 y 2003: comenzó como colaboradora, fue redactora en Información General e Internacionales y editora de Suplementos. Actualmente es editora de la revista Vanidades

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