2008-11-06

Carta de un ex Cronista



Estimados,

Ante todo felicito a los colegas que tomaron esta iniciativa, que en lo personal me conmovió profundamente. Ver aquella foto de 1990, en el recientemente inaugurado edificio de la calle Honduras, con tantos compañeros de aquellos tiempos, me hizo recordar uno de los momentos más felices de mi vida en lo profesional.
De hecho, El Cronista es un medio al que le tengo un cariño especial. A lo largo de mi vida, hubo tres momentos en que estuve vinculado al diario y en distintos roles.
La primera vez fue en 1979. El diario estaba en la calle Alsina y sólo se vendía por suscripción. Yo recién había dejado el secundario y estaba experimentando una típica crisis vocacional, y mientras tanto buscaba distintos trabajos para mantenerme. Y así terminé como vendedor de suscripciones del diario, en la zona de Villa Urquiza.
Luego de 3 meses, en los que sólo vendí 2 suscripciones, el diario agradeció mis servicios y yo me fui con la enorme sabiduría adquirida de que ni mi vocación ni mis talentos pasaban por las ventas.
La segunda vez en el diario es la que me marcó más fuerte. Corría 1989, la economía del país estallaba a causa de una tremenda hiperinflación y yo, con un hijo de apenas 3 meses, me encontré una noche en la calle y sin trabajo: la Editorial Abril, donde hasta entonces trabajaba, despidió de un saque a 50 periodistas, fotógrafos y diseñadores. Así que en el medio de la crisis comencé a llamar a mis contactos y a buscar la primera oportunidad que apareciese. Afortunadamente, al mes ya habían aparecido dos, una de ellas en El Cronista – y la otra en la revista Apertura, luego parte del mismo grupo. Entre la gente que llamé estaba Willy Mártire, quien había sido mi director en la Revista Siete Días. Willy a su vez llamó a Raúl Burzaco, quien me recordaba por haber sido profesor mío en la carrera de Periodismo y padrino de mi Tesina de Licenciatura. Burzaco decidió darme una oportunidad.
El primer trabajo me lo encargó Norberto Beladrich, y anduvo bien; tenía en consecuencia las puertas abiertas del diario. Así que entre estar desocupado en mi casa, o intentar nuevas oportunidades, decidí hacer lo último: todos los días llegaba a la redacción a las 9 de la mañana y me iba a las 4 de la tarde, cuando llegaban los periodistas estables. Había días que durante horas no había prácticamente nadie excepto yo. De a poco empezó a darse el hecho que alguien necesitaba un periodista para alguna nota de urgencia, y al estar yo disponible, me las encargaban a mí. Y como yo cobraba por nota, al poco tiempo estaba ganando más que mi anterior salario en la revista Siete Días. Obviamente alguien se habrá percatado de mis ingresos, porque a los 5 meses me ofrecieron ser colaborador permanente, con ingresos fijos pero estables.
Así estuve 3 años, trabajando con Jorge Castro, Norberto Landeyro, Enrique Szewach y varios más. Fueron tiempos felices, de los que me quedaron recuerdos hermosos, entre la adrenalina de la Argentina de aquellos años, y los abrazos y gritos compartidos con varios compañeros durante los partidos del mundial de Italia, en 1990.
Pero la salida de El Cronista me marcó fuerte y al poco tiempo estaba cruzando la vereda y entrando en el mundo de la comunicación empresaria. Y en ese rol, ya como Director de Comunicaciones de la empresa donde trabajo, me tocó en varias oportunidades ser vocero ante el diario y dar varias entrevistas, incluso en la redacción misma, en las instalaciones de Paseo Colón. O bien recomendar la publicación de avisos en ocasiones especiales.
De modo que estuve vinculado al diario en cuatro roles diferentes: intentando vender suscripciones, como periodista, como entrevistado y como anunciante. Así que El Cronista es parte de mi vida, y yo me alegro a su vez de haber sido parte de la vida del diario.


Abrazos a todos los colegas
Gustavo Wrobel

Gustavo Wrobel es Director Corporativo de Comunicaciones Externas para América Latina de Motorola.

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