2009-03-13

Somos parte de ‘La buena voluntad’

2002. La Argentina ardía. Durante un almuerzo cualquiera y con todos los diarios y las noticias a la vista, Celia Aballay, Leo Simone y Rosalía Valenzano dijeron: "Hay que hacer algo".

Ese “algo” fue una colecta entre los trabajadores de El Cronista. Funcionaba así: a principios de mes se ponía una caja-alcancía en el medio de la redacción y todos hacían su contribución. La consigna era: “Un peso, un litro de leche”.
Así empezaron los aportes voluntarios al comedor 'La Buena Voluntad' para chicos carenciados en Ciudad Oculta y el envío de leche se extendió durante dos años (en total se enviaron 3.420 litros).

Pero además, la ayuda fue creciendo.

Los empleados de Expansión (por entonces El Cronista pertenecía al grupo español Recoletos) se sumaron a la convocatoria e hicieron su propio aporte desde Madrid. El impacto fue importante porque a los modestos $ 200 que se recaudaban en Buenos Aires, se sumaron alrededor de $ 30.000 (en varios envíos).
Ese dinero fue a parar, en forma de materiales, a la construcción del edificio de la guardería. El uso de estos recursos fue óptimo ya que la gente de La Buena Voluntad contaba con el proyecto y la mano de obra (los padres de los chicos que asistían al comedor).
Otro empujón

En 2003 la ayuda de los trabajadores del diario volvió potenciarse. Desde España llegó el aviso del premio Community Awards a la acción solidaria, organizado por el diario Financial Times.
El proyecto de los trabajadores de El Cronista ganó y así una inyección de 7.500 euros dio el empujón final para la construcción de la guardería.

Para la gente que lleva adelante esta obra en Ciudad Oculta –Cielo es la responsable, guía y creadora- esta ayuda fue clave. Les permitió ingresar al circuito de la formalidad, entrar en los programas de educación oficiales y acceder, recientemente, a formar una fundación. Allí comen a diario unas 300 personas entre niños y adultos, asisten 85 chicos al jardín, tienen una biblioteca, talleres diversos, apoyo escolar y son un centro de contención social en un barrio con muchas y crecientes necesidades.

Tras la fiesta de los 100 años de El Cronista organizada por los empleados, volvimos a 'La Buena Voluntad'. Lo que había sobrado de la venta de entradas, más la contribución de muchos compañeros, llegó en forma de material de librería, juguetes, ropa…
Cielo hizo de guía orgullosa por las salas llenas de libros, la cocina lustrosa después del almuerzo, los salones llenos de colores. Los trabajadores del diario somos, también, parte de eso.

No hay comentarios: